Cual si fuese un anacrónico experimento de percepción distorsionada, vuelve a la vida Malestar Pasajero; aquí, con una vuelta de tuerca sobre un concepto que tenemos demasiado naturalizado.
Salomón, hijo del rey David, era joven y tenía la liviandad de escrúpulos que hacía falta para abrirse camino en la lucha por el poder en un mundo sin demasiada corrección política. La conquista era lo suyo: las Escrituras le atribuyen haber tenido “setecientas mujeres reinas y trescientas concubinas”. Sólo ansiaba la sabiduría necesaria para gobernar a su pueblo. Y así como Fausto recurrió a Mefistófeles, Salomón –a quien las investigaciones historiográficas atribuyen haber vivido al filo del primer milenio antes de nuestra era– hizo uso de la línea directa que tenía con el Dios de su padre, para pedírsela. Seguir leyendo ‘Inteligencias no racionales (I): En busca de “la cosa en sí”’