Su carácter incurable y caprichoso le confirió a la tuberculosis un mito romántico. Su agente causal fue el primer microorganismo patógeno en la historia que fue identificado bajo el microscopio. La era de los antibióticos amenazó con convertirla en un recuerdo, pero hoy es el prototipo de un preocupante fenómeno: la multirresistencia. La tuberculosis aún existe.
“Ahora es el cáncer la enfermedad que entra sin llamar, la enfermedad vivida como invasión despiadada y secreta (papel que hará hasta el día en que se aclare su etiología y el tratamiento sea tan eficaz como hoy en día llegó a serlo el de la tuberculosis).” Cuando en 1978 Susan Sontag escribió La enfermedad y sus metáforas, no existía el temor que existe hoy por las superbacterias, ni por las formas resistentes de esta última. Durante las primeras décadas del siglo XX fue la enfermedad que más gente mató; en 1929, Alexander Fleming concretó su famoso descubrimiento “casual” de la penicilina, y poco más de una década después la tuberculosis era firme candidata a convertirse apenas en un recuerdo gracias a uno de los mayores inventos de la historia: los antibióticos. Los mismos a cuyo uso indiscriminado se atribuye ahora, justamente, la proliferación de nuevos microorganismos que causan formas de tuberculosis –y de muchas otras enfermedades bacterianas como la malaria, la gonorrea, las neumonías o la sífilis– resistentes al tratamiento habitual: “Queremos hacer un llamamiento para que el mundo entero se movilice y haga un mejor uso de estas poderosas armas mientras exista la oportunidad, y antes de que retrocedamos a la era anterior a los antibióticos”, llegó a decir el director del Departamento de Enfermedades Infecciosas de la Organización Mundial de la Salud (OMS), David Heymann, cuando presentó en 2008 el Informe sobre la tuberculosis multirresistente en el mundo. Seguir leyendo ‘Tuberculosis, del romanticismo a la resistencia’